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EN TRÁNSITO

Foto del escritor: Camilo Fidel López Camilo Fidel López
La mirada humeante. El asesino al que aún le tiemblan la mano y la quijada. La amante voraz que se avergüenza de sus recuerdos de la noche anterior que bien sabe le romperán el corazón. La madre con el diagnóstico médico atragantada de llanto. La mano de su esposo, con una mueca de sonrisa al revés, que la consuela. El mendigo de almas buenas tirado en el piso y al que nadie se acerca muy a su pesar. Y su olor que se escapa por la claraboya del bus. El niño que conocerá el centro de la ciudad por primera vez. Su asombro y perplejidad ante el avance de las muchedumbres y el caos. Allá se quedará. Los novios que no paran de mirarse como un acto supersticioso. El amor —creen— durará para siempre. La mujer de mandíbula apretada que hace las cuentas una y otra vez. Aferrada a su cartera. No le alcanza. El ladrón que vigila la puerta trasera antes de asestar el golpe. El calor en sus encías. El estudiante defraudado de su carrera que mira con envidia al músico que canta una balada rancia. Le regala una moneda. El ruido. El silencio es un mito en la ciudad. El policía que mastica un chicle recostado contra la baranda. El brillo de los ojos de una idea genial que acaba de aparecerse. El perro que sabe bien donde bajarse y subirse. Ha descifrado a esas cajas alargadas en blanco y negro con estrías de acordeón. El chofer y su herida en el pie. Su afán y su ira. El profesor que lee un libro que se deshoja a cada paso. Su lápiz en la oreja. La punta de su lengua enredada en el labio superior. La apenas anciana con el deseo ardiendo en el vientre. Su lujuria secreta. El suicida en su último viaje. El obrero somnoliento de piernas abiertas que exhala un ronquido seco. El predicador que está gastando sus últimas esperanzas antes de caer en la trinchera del cinismo. Su oración quebrada. El pensionado dispuesto a desperdiciar con gusto el tiempo que le queda en viajes de silla azul. La joven en camino a perder su virginidad. Los nervios y el arrepentimiento. Se quedarán esperándola. El falso ciego que mira de reojo el nombre rutilante del aviso rojo de la siguiente estación. Marly. El hombre enfermo de celos ahogado entre sus pensamientos. Su puño cerrado. Sus uñas clavadas en la palma. Los matará. La embarazada que consiente su panza y descarta nombres para su hijo. Tanto esperar. Tanto querer. El joven astuto de audífonos y mirada ladina que no llegará a viejo. La nube que cruza el horizonte. El semáforo intermitente. El teléfono que timbra en la mitad de todo. La ciudad siempre permanece.



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