Hoy me levanté y vi la noticia en Twitter. La mujer que había sido grabada en video profiriendo insultos racistas contra la vicepresidente de Colombia Francia Márquez aceptaba su responsabilidad en el proceso que adelanta la justicia. Fueron tan graves y ofensivas sus palabras que prefiero no reiterarlas en este espacio. Sin duda, es alentador saber que los delitos imputados no quedaran impunes y que, de paso, se fije un precedente para que quien quiera cometer atropellos de esa naturaleza se lo piense dos veces. No obstante, la popularidad de la noticia y los hechos, también suponen un riesgo: reducir el racismo a faltas así de graves y desconsideradas.
Hace poco oí en el podcast “Speaking of Physcology”,en el episodio llamado “Entendiendo tus inclinaciones racistas”, que hoy en día se debe prestar especial atención a otras formas de racismo que no son tan evidentes o flagrantes como los que ocurrían con frecuencia en el pasado (y que tristemente aun siguen presentándose). Lo anterior, por la percepción común de que no sé es racista o se cometen actos de racismo por no repetir estas conductas aberrantes e inhumanas. Sostenía el experto consultado que muchas veces se ejerce un racismo inconsciente que incluye la puesta en marcha involuntaria de prejuicios que pueden determinar nuestras decisiones y opiniones, como por ejemplo, en un proceso de selección laboral. Lo anterior debido a que que con el tiempo hemos acumulado preceptos y concepciones que -así no queramos o estemos de acuerdo- nos hacen asociar la “raza” de las personas con circunstancias negativas y reprochables.

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