@CamiloFidel
El lugar predilecto de las conversaciones en los hogares colombianos es la mesa del comedor. Muchas veces es incluso el único lugar de encuentro semanal de las familias; cada vez más distanciadas por las nuevas y sobrecogedoras pantallas y los afanes cotidianos de siempre. En la mesa se ejerce el sagrado derecho de hablar de cualquier cosa y de repetir las historias que el olvido ha terminado por inventar. Por fortuna, casi nunca se trata de tertulias profundas, extendidas y abstractas. Las conversaciones sobre la mesa se refieren a un intercambio básico de información que recubre y suaviza el acto primitivo de tragar bocados enteros. Por eso las madres son expertas en prohibir temáticas que puedan causar interrupciones al elemental propósito de alimentarse.
Con frecuencia se cree que los relatos son creaciones sofisticadas y exclusivas de escritores, cineastas o palabreros. Invenciones que dependen de una técnica compleja -la cual presenciamos como espectadores pasivos e inermes- y que solo están contenidas en artefactos especializados como libros, películas o series de televisión. Nada más equivocado. Los relatos se hallan en todos los rincones , oportunidades y oficios posibles. Su éxito depende, eso sí, de que la narración, sea cual sea y venga de donde venga, pueda ser recordada para luego ser repetida. Un relato requiere de su multiplicación como única forma de permanencia.
Mesa de cocina, Fernando Botero
コメント