El homosexual latente
- Camilo Fidel López
- 1 may 2023
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 2 may 2023
Si lees poesía, te convertirás en homosexual. Igual que si oyes cierta música, si bailas de cierta forma, si lloras viendo una película, si juegas con una muñeca, si aprendes a cocinar, si te gusta tejer. En fin, si te rehusas a encajar en la versión primitiva y delineada de hombre, una mañana cualquiera te levantarás siendo gay: el fantasma del deseo invertido habrá aprovechado la noche para incubarse en ti y tomarte de repente y para siempre. No nos lo dijeron pero no escatimaron esfuerzos en hacérnoslo saber. La mentira más efectiva de la masculinidad es la supuesta latencia de la homosexualidad. Su acecho e inminencia, que como un viento sigiloso espera el menor de los descuidos para cambiar nuestro apetito por completo. Solo cuando el daño está hecho nos damos cuenta de que así no funcionan las cosas. Nos engañaron.
Nací en el segundo año de la década de los ochenta, fui a un colegio católico de hombres, poco se hablaba del asunto en mi casa, así que pude ofrecer poca resistencia contra la cultura de la homofobia que empezó a afectarme desde que era un niño. No era para menos. El advenimiento de la epidemia del SIDA -después me enteré de que también fue un genocidio- me llenaba de terror con su condena a una muerte en los huesos y con la piel llena de abscesos. Las imágenes, las especulaciones, los mitos urbanos (teléfonos público con alfileres infectados) hicieron mella en mí y equivalieron la homosexualidad a la enfermedad, a la agonía, al castigo. Ahora que empezamos la última mitad de nuestras vidas, lo hablamos entre amigos, sabemos que está mal y es dañino. Decidimos no querer perpetuar la mentira de la latencia. Pero todo dura muy poco, hasta el siguiente chiste.
Close, la maravillosa película del director belga Lukas Dhont, relata la historia de dos amigos en su primera adolescencia que disfrutan de su hermandad entre cosechas de flores de colores, guerras imaginarias con espadas de madera y siestas calurosas compartiendo la misma cama. El hechizo del cariño inofensivo entre hombres se acaba cuando llegan a un nueva escuela, y empiezan los rumores entre sus compañeros: ¿porqué siempre están tan juntos?, pregunta una jovencita intrigada. Leo decide entonces salir a encausar su masculinidad y abandona a Remi, mucho más sensible y delicado. Leo se siente a gusto con su decisión, empieza a hacer nuevas amistades más varoniles hasta que llega una noticia terrible. Remi no pudo aguantar la tristeza.

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