El invierno repentino había aceptado la tregua. Aprovechando esa indulgencia pasajera del clima bogotano decidí tomar un bus para luego caminar hasta la oficina. Cuando descendía por la calle 45, unos policías cruzaron de un anden a otro con afán y preocupación. Un individuo sostenía a otro de la nuca y gritaba enfurecido “es un ladrón, es una rata, me robó el celular”. Una moto yacía en el piso con uno de los espejos rotos. Un taxi parqueó en frente de la situación para evitar la huida del supuesto criminal. Algunos espectadores rodearon el lamentable espectáculo mientras otros le tomaban fotos a la cara del aturdido y desamparado acusado que miraba para todos lados. La mujer que acompañaba al hombre que en apariencia fue robado, le gritaba que se calmara, dándole pequeños empujones en el pecho. Otro personaje cruzó la escena -un tipo de unos cincuenta años- y luego de alejarse un par de metros regresó y le propinó una patada en la cara al hombre que permanecía sentado en el piso. La agresión fue acompañada con una frase lapidaria: “ahí tiene sus derechos humanos”.
Desde hace un par de semanas llegaron noticias sospechosas con los vientos de la cuaresma. Un hábil y joven presidente, entendido en la arena digital, construyó una cárcel para 40.000 delincuentes. La más grande de toda América, dijeron. Unos días después, con un montaje cinematográfico propio de alguna película taquillera, se trasladaron miles de presos como si fueran un ganado echado a perder. Hincados, desnudos y fuertemente vigilados corrían para ingresar a los pabellones de la cárcel y luego eran amontonados en hileras de cabezas rapadas y espaldas tatuadas. Lo vi en TikTok y por un momento dudé de lo sucedido.Luego oí las declaraciones del líder centroamericano, que diseñó y dirigió el operativo, donde plantea una curiosa e imprecisa teoría sobre los derechos humanos. En su opinión, este conjunto de reglas básicas y generales son mérito exclusivo de los buenos ciudadanos. Se equivoca. Sin embargo la popularidad del recio y controversial presidente está por encima del noventa por ciento y la reducción de homicidios -en el que fuera uno de los países más violentos del mundo- es para quedarse boquiabierto.

Fotografia Diario El País
Comments