Tengo la malsana costumbre de no oír consejos. Sin embargo, era hora, cuarenta y dos años después, de seguirle la corriente a mi madre y empezar a ahorrar. Razón por la cual, decidimos evitar -en lo posible- las salidas a almorzar los sábados y empezar a cocinar en la casa. Hacía rato mi papá nos había regalado una olla paellera y por temor al ridículo y al fracaso se había quedado sin estrenar. Asumo la responsabilidad de no haber tenido las agallas de enfrentarme lo suficiente a la cocina, salvo cuando estaba soltero y preparé -tan solo un par de veces- uno de los platos icónicos de la serie Los Soprano: ziti al forno. Los resultados fueron tan inesperados como inmerecidos.
No recuerdo dónde leí que los platos típicos del mundo se definen, en no pocos casos, por las hambrunas que los pueblos han padecido. Supuse entonces que para preparar una paella bastaba con ser recursivos. Sin embargo, mi esposa, siempre prudente, prefirió llamar a un amigo conocido por su experiencia y laureles en ese particular. El experto fue contundente: lo mas importante es el caldo de pescado en el que se cocina el arroz y todo lo demás. Y por ahí empezamos. Fue una tarde maravillosa en la que volví a oír la imponente voz de la cantaora de flamenco catalana Mayte Martín. El resultado fue bastante digno. Tan digno que el próximo sábado invitaremos a unos amigos, que acaban de regresar de vivir de España, para que nos den su veredicto. Cuando llegue el turno de mis papás ya estaremos curtidos y mientras tanto, ahorraremos como adultos de verdad.
La prueba fotográfica del resultado
Esta mañana oía en la radio la explicación somera del concepto de paz total que este gobierno está tratando de impulsar a toda costa y costo. Y por esas conexiones inexplicables que hace el cerebro humano, recordé la otra gran verdad de la paella: todo se prepara en la misma olla. Esta verdad, me serviría (y espero también a los lectores) para entender lo que se quiere, proclama y pretende.
La paella explica lo inexplicable: que se adelanten negociaciones con criminales rasos que a lo sumo merecen pasar el resto de su vida tras las rejas. En efecto, para adelantar el proceso y evitar lo sucedido con las FARC (un territorio y un negocio abandonado que llega a ocuparse por otro grupo armado o delincuencia) es mejor trabajar con todos a la vez. En otras palabras, hacer todo dentro de la misma olla. De esta manera, el plato será uno solo, tendrá un solo color y, si se tiene la suficiente precaución, nada sobrará o faltará.
Solo resta esperar que el gobierno esté sabiendo preparar el caldo de pescado. Esa sustancia de principios inamovibles y estrategias de negociación sopesadas que serán definitivos para definir un resultado provechoso para los colombianos. Ojalá no se descuiden los detalles, desoyendo los consejos de los procesos pasados y, por afán o inmadurez, se invite a comer a un país hambriento de paz un plato insulso, melcochudo e intrascendente.
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