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Los amigos aburridos

Foto del escritor: Camilo Fidel López Camilo Fidel López

Actualizado: 8 abr 2023

¿Para qué quieres ser como ellos si tu no eres como ellos? Me reprochó una novia, que me quiso y que quise, por allá en el año dos mil dos. Ayer empecé un asunto pendiente que a estas alturas y con esta quietud se hizo ineludible: escribir un libro sobre los casi quince años de Vertigo Graffiti. Al empezar a contar la historia se me cruzaron Diego Rocha, Carolina Anzola y Felipe López, tres amigos encomiables que me abrigaron y acogieron cuando la vida jugaba a las escondidas conmigo. Una avalancha de recuerdos puntiagudos me invadió y quise llamarlos. Sin embargo, hace mucho que no interrumpo sus vidas y un ataque de nostalgia no era suficiente para hacerlo. Preferí recordarlos al zurcir anécdotas y cariños que no tardaran en esfumarse. Ahora sé que las palabras escritas duran más que el ruido de una llamada telefónica de larga distancia.

Mientras organizaba la información para el libro -que por hora permanece sin título- me di cuenta de lo afortunado que he sido de contar a lo largo de mi vida con grandes amistades; todos ellos han sabido comprenderme y criticarme cuando llega el momento correspondiente. Mis amigos son muy diferentes a mí en la forma en que perciben el mundo y sus enredos pero siempre, y desde el comienzo, hemos acordado la base fundamental de cualquier amistad: la definición de lo importante. Son tipos buenos que pedalean sus vidas con el único propósito de hacer felices a sus familias y a ellos mismos. Sufren como cualquiera y con el tiempo han sabido mantener la cordura con los triunfos. Bien conocen la impostura del éxito que tanto deforma las circunstancias y las realidades.

Un par de amigos en el matrimonio de Óscar y María .

A pesar de esto, alguna vez me aburrí de ellos. Por supuesto, ellos seguían siendo los mismos pero yo intentaba, de forma fallida, ser alguien más. En ese proceso doloroso que implica descubrir otro rumbo, mal pensé que atrás debían quedar amistades que desde siempre me han protegido a mí y a mi complejo de hermano menor. Me equivoqué y quince años después aún me cuesta confesarlo. Es la primera vez que lo digo en voz alta. Por eso me conmovió tanto la fabulosa película irlandesa “The Banshees of Inisherin”, que creo mereció mejor trato en la última ceremonia de los Oscar. Con la magnífica actuación del galán venido a más Colin Farrell y el estupendo Brendan Glenson se cuenta una historia simple: un amigo se aburre de otro amigo. Luego de verla por segunda vez comprendí que no se trata de dos personajes sino de uno solo, una entidad de nervio y hueso que encarna distintos momentos de la amistad: el amigo odioso y el amigo devoto. He sido ambos.

Solo una vez he tenido que cortar de tajo una amistad. En el momento más vulnerable de mi vida, mi amigo, quien sé que me quería, pronunció una ofensa indecible en mi contra. Recuerdo cómo sus palabras me atravesaron dejando un agujero ovalado en mi pecho. En los años venideros, muchas veces me pidió perdón pero el recuerdo de ese día, tantos años después, aún sigue fresco. He preferido pensar que abandonar a un amigo también es una forma de perdonarlo.

Algunos filósofos griegos preferían la amistad al amor; destacaban su entereza, fiabilidad y sencillez. Yo no iría tan lejos, muchos menos ahora. Sin embargo, jamás podría prescindir de mis amigos y su compañía cuando llega la hora de detenerme parar mirar hacia atrás; a ese muelle que es el pasado y que por la distancia cada vez se ve más pequeño. Definitivamente no soy como ellos, y gracias a ello hoy conservo su cariño, reparos y confianza. Somos árboles de distinto fruto y distinta flor pero que se elevan de la misma tierra y se abrigan con la misma sombra.
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