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Vidas escritas por mujeres

  • Foto del escritor: Camilo Fidel López
    Camilo Fidel López
  • 29 jun
  • 3 Min. de lectura
No fue un propósito explícito. Habiendo crecido en un mundo masculino de hermanos, amigos y colegas, el universo de las mujeres siempre me pareció confuso y sobrecogedor. Un universo en el que me sentí por años como un forastero que iba y venía sin saber muy bien por dónde entraba y por dónde salía. Hasta que nació mi hija. Sin duda ese fue el momento en el que decidí ir más allá y librar una batalla contra lo anecdótico y lo coyuntural que desde siempre había construido un cúmulo impreciso de nociones y prejuicios. Quise conocer más, y con algún detalle, sobre el sentir femenino: más allá de la devoción que siento por mi excepcional madre, y que muchas veces creí suficiente. Al fin y al cabo, de un momento a otro, mi vida empezó a ser rodeada de forma dramática —en el mejor sentido de tal acepción— por esta inmensa y continua presencia. Una desventaja numérica que me aventó hacia la decisión de leer más novelas, más crónicas, más ensayos y más cuentos escritos por mujeres.

No se trataba, lo sabía de antemano, de convertirme en uno de esos seres sospechosos que se hacen llamar “aliados” de las causas femeninas y que ofenden con su permanente tono de falsa conmiseración. Un hombre que actúa de esa manera algo esconde o algo pretende. No, quería saber más bien a qué me enfrentaría. Dejar atrás las concepciones pretéritas cuesta y supone una pugna personal que muchas veces conlleva el dolor de saberse equivocado y estúpido. Fue una aventura fascinante en la que hallé al menos una docena de autoras sorprendentes y reveladoras. Una vida narrada por la mirada de una mujer está atravesada por precisiones y sensibilidades que desconocía y había omitido a voluntad. Fui por cuarenta años un lector a medias.

Gracias a esos libros pude saber de la libertad incandescente que abrasa el alma de algunas de ellas, como sucede en los cuentos y novelas de Lucia Berlin o Elena Ferrante. También supe del aburrimiento perfecto y la imaginación ondulada que provocan las tediosas vidas en pareja, que muchas mujeres padecen en silencio, y que describen magistralmente Clarice Lispector y Chimamanda Ngozi. Entendí los juicios sociales y las pugnas íntimas del aborto y del duelo, por cuenta de obras adoloridas y maravillosas de Annie Ernaux y Rosa Montero. Fueron muchas revelaciones y encuentros inesperados. Pero quizás la obra más compleja y más estremecedora que pude leer fue La vegetariana, de Han Kang, donde la Nobel surcoreana convierte el sentir y el pensar femenino en acción narrativa pura, construyendo un universo enrevesado y generoso a partir del pasado, el deseo y las almas de dos hermanas. Uno de los mejores inicios que he leído en una novela; solo comparable en intensidad y belleza con su final.

Mientras escribo esto, un puñado de hombres están tratando de destruir al mundo. Con sus egos brotados y sus juegos infantiles están poniendo en riesgo la frágil estabilidad que conocíamos. No les importa, dan por descontado que tienen la razón y el derecho de hacerlo. Afiebrados por el espectáculo que les proporcionan los espejos y su reflejo, cabalgan sobre las bestias de su propia incontinencia verbal mientras fabrican mentiras y realidades a conveniencia. A veces me pregunto qué sería de nuestro mundo si esos hombres no se sintieran tan poderosos y omniscientes, si entendieran su propia naturaleza peregrina y vulnerable. Si supieran que están acompañados por millones de mujeres: otras formas de pensar y de sentir, tan potentes como las que ellos creen tener en sus manos. Me cuesta imaginarlo y predecir un futuro cualquiera. No caeré en la fácil condescendencia. Por lo menos ahora sé que, al margen de tantos cretinos, miles de ellas se sientan a diario frente a una hoja blanca —como nunca antes había sucedido— e intentan erigir una realidad alternativa desde su erudición, su voluntad y su experiencia. El alba de su mundo predilecto. La sola imagen de estas escritoras, de oficio o de ocasión, nos dicta que no todo está perdido. El sosiego, la discreción y la esperanza también se pueden fugar de alguna historia contada hace tiempo por una mujer. Sin duda, me queda mucho y muchas por leer.

Hang Kang y su impresionante novela.
Hang Kang y su impresionante novela.

 
 
 

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